David Gutiérrez
jueves, 18 de junio de 2009
Un film con sabor a corto - Vacaciones de Ferragosto
David Gutiérrez
lunes, 22 de diciembre de 2008
Lars von! Lars Von Lars Von! Lars von Trier!
Si una palabra pudiera definir a este director danés posiblemente dicha palabra sería experimental. Tanto en forma como en contenido.
Y es que aunque en la mayoría de sus películas repita una estructura dramática (personaje, por naturaleza bondadoso, se introduce en una sociedad ajena a él, intentando ayudar. Cerca del final acaba/n por darse/darle una hostia de proporciones bíblicas y descubre que el mundo apesta), todas tienen algo de innovador, desde el uso del color en “Europa”, hasta la falta de escenarios en “Dogville”, pasando por la temática y ese formato de falso documental de “Los idiotas”.
Lars podría ser clasificado.
Por una parte, la típica clasificación pre/post dogma95. He de reconocer, por gafapasta que suene, que me gustan más sus trabajos post-dogma. No por las propias normas, que a fin de cuentas son una soplapollez, es autolimitar el cine sin ningún sentido (prueba de ello es que no tardó ni un año en pasarse sus propios mandamientos por el forro). Si me gusta más es porque se trata de un cine más maduro y personal y, por qué no, más tocapelotas, más provocativo, que después de todo es el sello de la casa de Von Trier.
Por otra parte, la otra clasificación sería lo que puedes tomarte mínimamente en serio y lo qué más vale tomarte a broma. Como ya he dicho Lars es un tocahuevos, es el tipo de persona con la que me sentaría en la barra de un bar a reírme de (casi) todo y todos.
Pero así como no todo debe tomarse en serio, tampoco debe tomarse todo a broma, como, a mi juicio, demuestra con el demoledor final de su película “Los idiotas”.
Es por ello que hay que saber distinguir, para disfrutar de sus cintas, en que momentos Von Trier habla en serio y en cuales lo hace con su socarrón humor.
Por ejemplo, la trilogía EE.UU. Puede tomarse en serio como crítica al ser humano, o a la sociedad, pero es absolutamente maniqueísta el pensar que lo que pasa en estas películas sólo pasa en EE.UU.
Es por ello que no pude evitar soltar una sonora carcajada al ver los créditos del final de “Manderlay”. Ganas de tocar las pelotas del amigo Lars.
Antes he mencionado el durísimo final de “Los idiotas”. Esa es otra de Lars, sus finales, sorprendentes, catárticos, y en muchas ocasiones, por desgracia, excesivamente efectistas. Es correcto y consecuente en “Los idiotas” o “Dogville”, pero exagerado en “Bailar en la oscuridad” o “Rompiendo las olas”.
Pre-dogma. Trilogía Europa
Europa:
Será cosa mía, pero tras ver todas sus películas, esta me pareció como una gran parodia. No sabría decir exactamente por qué, pero para mí es como una enorme burla al cine clásico americano, a sus héroes (un pardillo obligado a ser héroe y villano que para colmo acaba por volverse loco –y más…-), sus mujeres (en esta película con esos hiperbólicamente largos y artificiosos diálogos de femme fatale) e incluso a su estética, demasiado… ¿retro? No sé. Además está ese blanco y negro en ocasiones insultado por el uso innecesario del color (si bien en otras ocasiones añade fuerza dramática a la imagen).
Es mi libre interpretación de "Europa", mi paranoia personal, más causada por la contraposición de ésta con el resto de sus películas, radicalmente distintas en cuanto a su forma, que por la película en sí misma.
De todos modos ya se aprecia en esta cinta, una de sus primeras, algunas de las características básicas de Von Trier; su pesimismo con el mundo, la estructura dramática anteriormente mencionada, o la capacidad que tiene para crear imágenes de una gran fuerza visual.
Post-dogma.
Rompiendo las olas:
Bella historia de amor obsesivo que, como ya he dicho, tiene un final excesivamente sensiblero y, sin embargo, por la manera en que Von Trier cuenta la historia, acabas por creértelo.
Si “Europa” rompe la forma a la que Lars nos tiene acostumbrados, “Rompiendo las olas” rompe (valga la redundancia) el fondo, al albergar la esperanza que ninguna de sus películas tiene.
Los Idiotas:
Su película más provocativa y posiblemente la más inteligente.
“Los Idiotas” trata sobre un grupo que se dedica a hacer el tonto, fingen ser retrasados mentales, así de simple. Y es que, la verdad, hay algo fascinante en esto de fingir ser un idiota; reírte de todo el mundo, saltarse las convenciones sociales, poniendo en evidencia, de paso, la estupidez de muchas de ellas, evitar la responsabilidad…
Sin embargo, llega un momento (como en todas las películas de Lars, demasiado tarde), un punto de inflexión, en que la comuna de idiotas deberá jugársela de verdad, ser idiotas en su vida privada, ser idiotas cada uno por su cuenta (y no en grupo), ser idiotas, en definitiva, con las personas que más quieren y con las cosas que de verdad importan. Llegado ese momento sólo Karen, la chica nueva, será capaz. De esta manera Lars pone de manifiesto la falsedad y verdadera idiotez de quienes fingían ser idiotas.
Como digo una película inteligente de donde se sacan un sinfín de conclusiones: filosóficas, políticas, sociales… Y muy provocativa, incluso formalmente.
El mamón de Lars mezcla en esta cinta secuencias de gran belleza visual, con otras en las que los micros se meten en cuadro a posta (y en alguna hasta se ve a un operador de cámara…); ya se sabe, ganas de tocar los cojones (algunos lo interpretarán como “mayor credibilidad” ya que se trata de un documental… gilipolleces).
Bailar en la oscuridad:
Me da pereza hablar sobre esta película, mucho se ha dicho ya de ella. Sólo un par de apuntes:
- Lars es un gran director de actrices (según leí por ahí un auténtico tirano), la Kidman, Emily Watson y, Bryce Dallas Howard (en menor medida) dan prueba de ello en sus respectivas películas. Pero es sobre todo en esta, “Bailar en la oscuridad”, donde se demuestra lo que puede sacar Lars de sus actrices, con la “hermosa” Björk.
- Tremendista, excesiva de principio a fin. Cargante en momentos pero bonita si te llega.
Trilogía EE.UU.
Dogville:
Von Trier repite la historia, está vez para meterse con la América profunda. Básicamente la historia va de una muchacha (Kidman) que llega a un pueblecito perdido de América. Al principio los habitantes le dan cobijo y son muy majetes, cuando más tarde descubren que la chica es buscada por la policía empezarán a sobornarla y putearla hasta límites bastante cabrones.
Es muy conocida esta película por su carencia de escenarios.
A mí personalmente me parece lo de menos, no es más que otra gafapastada del amigo Lars (quien por cierto no lleva gafas de pasta. Se demuestra pues que el gafapastismo es un asunto espiritual y no estético jojo).
Es interesante, eso sí, por trasladar el teatro al cine, no sólo con esos escenarios, sino también al dividir la película en actos e introducir la voz en off del narrador omnisciente.
Pero bueno, lo realmente interesante de la película es la negrísima concepción que tiene Von Trier del género humano, y en especial de la sociedad americana, la doble moral cristiana,… una de las películas más oscuras que se hayan hecho, un mazazo a la conciencia humana. “Dogville” pone de relieve lo peor del ser humano, sus más bajos instintos; como en ocasiones la sociedad en su conjunto apoya en vez de castigar acciones tan deleznables como la explotación o las violaciones. La película además tiene uno de los finales más duros que haya visto, sin llegar al exceso al que este director nos tiene tan acostumbrados. Te deja petrificado.
Por otra parte es admirable como, aun sin escenarios a penas (esto elimina casi por completo la composición de cuadro), Lars es capaz de crear algunas imágenes de gran fuerza visual.
Manderlay:
No hay mucho que decir sobre esta película si ya se ha visto "Dogville". Se trata de la segunda parte de la trilogía sobre EE.UU.
Más de lo mismo, a cagarse un poquito más en los Estados Unidos y en el ser humano, esta vez con la esclavitud de por medio.
La historia una vez más se repite. Grace, la protagonista de “Dogville” (esta vez interpretada por Bryce Dallas Howard), llega a otro pueblucho (no diré cómo, pues tiene que ver con el final de “Dogville”), donde la esclavitud todavía existe. Tras conseguir abolirla, nuestra protagonista, siempre movida por su innata bondad y sus ganas de hacer de este un mundo mejor, decide quedarse, con el fin de instaurar una sociedad democrática donde convivan blancos y negros. Ni falta hace decir que la cosa no acabará como la buena de Grace quisiera.
Formalmente idéntica a su predecesora (salvo en el uso de la iluminación…), “Manderlay” no aporta nada que no hayamos visto antes en la filmografía de su director. Lo cual no quita que sea una buena película donde de nuevo un Von Trier muy personal nos muestra la oscuridad del alma humana. Tan humana, y por tanto tan oscura, la de blancos como la de negros.
Pese a considerarlo en ocasiones como gafapasta, pedante o excesivo, en la obra de Lars Von Trier se atisba algo de esencialidad.
De una manera u otra, siempre se pregunta lo mismo en sus películas: ¿Merecería el hombre ser salvado?
Jorge
martes, 9 de diciembre de 2008
Songs from the second floor - Roy Andersson (2000)
Cuando los necios hablan con los locos.
Tras el fracaso comercial de su segunda película, “Giliap” (1975), este director sueco se dedicó a la publicidad. Veinticinco años después volvió a los cines con esta cinta.
Precisamente en “Songs from the second floor” se puede apreciar la influencia de esos años en los que rodó más de cuatrocientos anuncios.
“Canciones del el segundo piso” podría considerarse una película collage, no formalmente como “Las margaritas” de Chytilova, pero sí en el aspecto de que cada escena sucede en un lugar diferente, sin transiciones entre uno y otro. Siempre cámara fija, plano general/medio y composición ultra-cuidada.
La cinta nos cuenta más de diez historias con un sinfín de personajes.
Al principio parece que todo sean sketches independientes, más tarde descubrimos que muchos están interconectados entre si.
Sirviéndose en muchos casos de un humor absurdo y negrísimo –apuesto a que bebe de los Monty Python-, Andersson hace una dura crítica a la socialdemocracia, al capitalismo, consumismo, a
Marcha de autoflagelación masiva (fondo)
Las víctimas del capitalismo
“Songs from the second floor” es una película que habla de todo y nada, del detalle y lo general, lo pequeño y lo grande, del sentido, del sinsentido, de la vida. Mediante sus múltiples historias, e inspirándose en parte en un poema de Cesar Vallejo, la película nos habla de temas tan insignificantes como pillarse los dedos con una puerta y de otros tan profundos como la necesidad de amor.
Ésta es una película inteligentísima que apuesta por una escenografía e iluminación cuidada al más mínimo detalle.
Sus dosis de humor negro, su profundo simbolismo y la indescriptible belleza de muchos de sus planos hacen de ella una película muy interesante, con algunos momentos inolvidables.
Jorge
jueves, 4 de diciembre de 2008
FOTÓGRAFO DE GUERRA
Ayer por la noche, despues de cenar una hamburguesa de una cadena de comida rápida, lo que provocó en mi organismo una alteración anómala, me metí en la cama con el ordenador sobre las piernas. Casi todas las noches veo una película, algún capítulo de una buena serie o algún sucedáneo. Ayer tocaba un documental. !Y qué documental¡ "Fotógrafo de guerra" pretende hacernos llegar, a través del fotógrafo James Nachtwey, las injusticias que asolan el (sub)mundo en el que vivimos. Durante 95 minutos me encontraba absotro en la realidad que se mostraba en la pantalla de mi ordenador. Imágenes escalofriantes con el poder de hacer recapacitar. De veras, pensándolo detenidamente, me doy cuenta de la guerra, pobreza..., son temas trivializados en la sociedad. Es necesaria una voz autorizada que intente combatir esa lacra, y como dice el protagonista, "el fotógrafo es el antídoto para la guerra".
Después de ver "fotógrafo de guerra" recordé por qué quiero ser periodista. No sólo hay crisis en los medios, es necesario levantarnos contra ello y luchar, y mostrar a la sociedad la realidad del momento. Debemos ser críticos, debemos ser periodistas.
David Gutiérrez
________________________
domingo, 23 de noviembre de 2008
EL WESTERN DE COLORADO
Es otro tipo de obra dentro del propio género, donde la codicia y la ambición humana producen un western psicológico en un mundo abierto. Stewart, que aparece como antihéroe frustrado y menos caballeroso que lo habitual, está dispuesto a todo para recuperar su granja. Hace lo que sea para cobrar la recompensa por entregar a un fugitivo -la escena final, en un río bravo que refleja la desesperación, es un claro ejemplo-.
La causa principal de la obra reside en el egoísmo y la codicia de los tres personajes que quieren cobrar la recompensa, deseosos de compartirla con el menor número posible de camaradas. Sin embargo hay una subtrama amorosa entre Stewart y una Janet Leight (Lina) poco conocida por entonces. Lina es la compañera del fugitivo, sin embargo poco a poco se decanta por la compañía del cazarrecompensas, y se genera así un triángulo amoroso que provoca celos, envidia...
Sin duda no se trata del mejor western, y aunque tarda en enganchar al espectador, la última mitad de la película es embaucadora, y la escena final, con una violencia oculta, termina por dejar un buen sabor de boca.
David Gutiérrez Eguizábal
______________________________
BLOW UP - Michelangelo Antonioni
No es una película normal, es una película a medias. Ya lo dijo su propio autor en Cannes: “Necesitaría al menos otro film para explicar BLOW UP”. Quizá por eso sea tan grande, por estar a medias, como la vida.
BLOW UP tiene un protagonista, un heroe, del que nunca oímos el nombre durante la película, pero que llamaremos Thomas (indicaciones del propio Antonioni en el guión), interpretado por David Hemmings, en el mejor papel de su carrera.
Thomas es un fotógrafo, por la mañana de modelos, por la noche de vagabundos. Como si tratara de hallar por las noches la realidad que el sol le oculta.
Finalmente, la mujer (Vanessa Redgrave) le descubre y, molesta por la violación de su intimidad, pide que le entregue el carrete. Él se niega. La mujer se marcha corriendo, no sin antes decir: “Nunca me has visto”.
Pero no se irá con ellas.
Cuando Thomas las revela, descubre una oscura verdad: se ha cometido un asesinato. Thomas es capaz de descubrir esto mediante ampliaciones (en inglés blow up) de las fotografías. Sin embargo llega a un punto de ampliación tal en el que el grano de la película fotográfica es enorme, y las imágenes casi irreconocibles.
“Cuando se utilizan ampliadoras [...] pueden verse cosas que probablemente el ojo desnudo no sería capaz de captar [...]. El fotógrafo de BLOW UP, que no es un filósofo, quiere ver las cosas más de cerca. Pero lo que sucede es que, al ampliarlas demasiado, el objeto se desintegra y desaparece. por lo tanto, hay un momento en que asimos la realidad, pero ese momento pasa. Este es en parte el significado de BLOW UP” (Antonioni)
Es normal que en esta situación Patricia, uno de los personajes secundarios, compare estas imágenes con las pinturas abstractas de Bill, el amigo pintor de Thomas.
El propio Bill, al principio de la película, dice unas palabras que explican el proceso creativo, tanto de sus pinturas como de las fotografías de Thomas, e incluso de la propia película:
“Cuando lo pinto no me dice nada. Luego descubro cosas y de pronto todo se clarifica por sí solo. Es como encontrar la clave en una novela policíaca.”
Para cerciorarse de lo visto en las ampliaciones, Thomas va de nuevo al parque, donde efectivamente halla el cadáver. Al volver a su estudio se encuentra con que se han llevado todas las fotos. Sale en busca de la mujer durante toda la noche. Al amanecer, tras no encontrarla vuelve una vez más al parque, en donde también ha desaparecido el cadáver.
Muy lentamente, Thomas comienza a desandar lo andado, acompañado sólo por el sonido del viento. Baja las escaleras que le han llevado al parque, y comienza su andar errante, hasta llegar a unas pistas de tenis. Allí, dos mimos juegan al tenis con sus raquetas y su pelota invisible.
En un momento dado la inexistente bola sale del campo y Thomas la recoge y se la devuelve, aceptando de esta manera que la realidad presenta cosas invisibles.
El plano se mantiene fijo en el fotógrafo, que sigue con la mirada, de lado a lado, el juego de los mimos. Es entonces cuando oímos el sonido de las raquetas y la pelota.
Segundos después Thomas no está, se hace invisible, se desintegra, como si él mismo hubiese sido expuesto a una ampliación sobre otra ampliación, hasta desaparecer y desasirse de la realidad.
Sin duda una de las escenas más bellas del cine de todos los tiempos.
Con este final Antonioni nos da la clave (recordemos: “de pronto todo se clarifica por sí solo. Es como encontrar la clave en una novela policíaca”) de toda la película. Este es un mundo de apariencias, detrás de ellas se encuentra una realidad imposible de conocer.
Han pasado 24 horas y a Thomas no le queda una sola foto que demuestre todo lo que ha ocurrido; ¿Sucedió de verdad o tal vez no sucedió nunca? ¿Realidad o Fantasía?
Como la propia película nos enseña, la mirada lo es todo. ¿correcta o estrábica?
Jorge
domingo, 16 de noviembre de 2008
NEORREALISMO EN "ROMA, CITTA APERTA"
Así es “Roma, ciudad abierta”, una película rodada con falta de medios -la economía de posguerra así lo provocó- que dio lugar a un film cercano y espontáneo. Al rodarse prácticamente a la vez que se producía la ocupación nazi en Italia, puede decirse que la película tiene ciertos tintes documentales, a pesar de poseer una línea narrativa con importante precisión. Se pueden distinguir ciertos elementos propios del neorrealismo puro, como una puesta en escena que dista mucho de la perfección hollywoodiense.
La tendencia a la sinceridad que se puede apreciar en “Roma, citta aperta”, será una constante en el cine de Rossellini, como también lo son la intimidad de los personajes y los temas comprometidos.
La película - al igual que en el cine neorrealista- pretende reflejar la decadencia de la Italia desolada y triste que no levanta cabeza en la posguerra. No aporta esperanzas al espectador sobre un futuro alternativo. Quizá esa sea la causa de que “Roma, ciudad abierta” fuese un fracaso cinematográfico en su estreno en Italia.
El final es desolador en todos los sentidos, pero sin duda espectacular, a pesar de que el último plano aporte cierta esperanza, algo insólito en el neorrealismo. Un fin en el que se recordamos la escena de la tortura, o la de la opulencia nazi en la sala de al lado, donde un general alemán afirma no encontrar sentido a las barbaridades de sus compañeros: “No somos la raza superior”. Hay que reconocer y aplaudir la buena interpretación de unos actores no profesionales - hecho que se daba a menudo en el neorrealismo por la falta de presupuesto y porque los actores profesionales habían abandonado Italia- y de otros que sí lo son, como Anna Magnani y Aldo Fabrizi.
Rossellini es un genio, “Roma, citta aperta” una genialidad.
David Gutiérrez
__________________________________________