domingo, 16 de noviembre de 2008

NEORREALISMO EN "ROMA, CITTA APERTA"


Rossellini trazó en “Roma, ciudad abierta” una obra con una importante carga moral y comprometida con la situación del momento de los italianos. Se puede decir sin equívoco que se trata de una película que inaugura la corriente neorrealista del cine italiano. Movimiento que consolidó obras de arte como “Ladrón de bicicletas”, “Milagro en Milán”, o “Umberto D.”. Películas que pretendían alejarse de los cánones cinematográficos desarrollados durante el fascismo italiano. El neorrealismo tuvo su momento álgido durante el final de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo en la posguerra, y reflejaba el sentir de los italianos, la cruda realidad que asolaba Italia y Europa, la pillería de los mozos que tenían que actuar como adultos…

Así es “Roma, ciudad abierta”, una película rodada con falta de medios -la economía de posguerra así lo provocó- que dio lugar a un film cercano y espontáneo. Al rodarse prácticamente a la vez que se producía la ocupación nazi en Italia, puede decirse que la película tiene ciertos tintes documentales, a pesar de poseer una línea narrativa con importante precisión. Se pueden distinguir ciertos elementos propios del neorrealismo puro, como una puesta en escena que dista mucho de la perfección hollywoodiense.
La tendencia a la sinceridad que se puede apreciar en “Roma, citta aperta”, será una constante en el cine de Rossellini, como también lo son la intimidad de los personajes y los temas comprometidos.

La película - al igual que en el cine neorrealista- pretende reflejar la decadencia de la Italia desolada y triste que no levanta cabeza en la posguerra. No aporta esperanzas al espectador sobre un futuro alternativo. Quizá esa sea la causa de que “Roma, ciudad abierta” fuese un fracaso cinematográfico en su estreno en Italia.

El final es desolador en todos los sentidos, pero sin duda espectacular, a pesar de que el último plano aporte cierta esperanza, algo insólito en el neorrealismo. Un fin en el que se recordamos la escena de la tortura, o la de la opulencia nazi en la sala de al lado, donde un general alemán afirma no encontrar sentido a las barbaridades de sus compañeros: “No somos la raza superior”. Hay que reconocer y aplaudir la buena interpretación de unos actores no profesionales - hecho que se daba a menudo en el neorrealismo por la falta de presupuesto y porque los actores profesionales habían abandonado Italia- y de otros que sí lo son, como Anna Magnani y Aldo Fabrizi.

Rossellini es un genio, “Roma, citta aperta” una genialidad.

David Gutiérrez
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